ENREDHADAS
Ajojó mi niña
<Leonor Taboada> |
Leonor Taboada |
Ajó, ajojó. La niña gorjea mientras le
cambio los pañales. La radio está encendida
y las noticias cuentan que una juez,
siguiendo las indicaciones del fiscal, archivó
el caso de cuatro niñas de cuatro a
nueve años residentes en Cataluña que
fueron sometidas a la ablación del clítoris
durante un viaje “de vacaciones”a su
país de origen. La niña sigue gorjeando -yo,
ya no sonrío. Un rayo tenebroso
atraviesa mi mente mientras miro su
cuerpo desnudo con otros ojos y doy
gracias al cielo porque no sea una de las
millones de niñas que, en “países lejanos”,
van a ser torturadas y mutiladas en
nombre de un dios que odia a las niñas y
a las mujeres.
Pero Cataluña está aquí mismo, me
digo. Y las niñas mutiladas viven aquí,
entre nosotros, en la civilizada Europa
del dios verdadero. Aquí, donde las niñas
están a salvo de esa salvajada irremediable. Porque la ablación no tiene
vuelta atrás. La herida está allí para
siempre. Crece entre las piernas y se extiende
por las venas, hasta clavarse en el
corazón y en el cerebro. La herida física
está allí, visible, toda la vida. Duele, se
infecta, cierra mal, afecta a la salud, a la
sexualidad, a la reproducción e incluso
mata. La otra herida, la que va por dentro,
cercena la alegría de ser mujer tal y
como somos, como venimos al mundo.
Así lo cuentan las que lo han vivido en
sus testimonios, y en su literatura.
Las cuatro niñas de Cataluña –y quien
sabe cuántas más en España y la civilizada
Europa, han sido traicionadas por su
familia y por la sociedad que las acoge.
Si los jueces van a aducir que no se pueden
castigar las mutilaciones producidas
en otro país, que se cambien las leyes, ya
mismo. Que paren el mundo de las chorradas
que discuten y legislen nítidamente
para que ningún reaccionario
intérprete judicial lo permita; que inviertan
en prevención para que ninguna
niña residente tenga que pasar por ello;
que trabajen en foros internacionales
para evitarlo en cualquier lugar del
mundo.
Ya está. Ahora, a la cunita. Ajojó, ajojó,
duérmase mi niña, duérmase mi sol,
sin miedo a la vida – que está cerca el
día en que tus hermanitas no tengan pesadillas
porque ya hay millones de adultas
que no pueden soportarlo más. |