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CARMEN ALBORCH: "EL CUERPO PROTESTA CUANDO EL DOLOR SE ENQUISTA, Y TE PROVOCA UN DOLOR DE CABEZA O UN CÁNCER"

<Leonor Taboada>

El equipo de esta revista lleva una buena temporada queriendo hincarle el diente al tema de los conflictos entre mujeres, tema que se vive con especial intensidad dentro del feminismo. Buscábamos una articulista y tuvimos la misma gran suerte que miles de mujeres, de encontrarnos con un libro, Malas, rivalidad y complicidad entre las mujeres, de Carmen Alborch, que mete el dedo en la llaga y tiene la virtud extraordinaria de hacer que un problema enquistado que mucho nos asustaba, se transforme en motivo de apasionante debate, análisis y comentarios en las mesas y sobre-mesas de café, de comedor de casa o de shows televisivos.

Se ha metido usted en un tema resbaladizo, la rivalidad entre mujeres.

No es un libro de soluciones, que no las tengo, pero pretendo que sea un pretexto, tanto un texto previo como una excusa para afrontar el tema. A base de ocultar los problemas no desaparecen. A lo mejor destapar heridas ayuda a cicatrizarlas. No es un libro de ideologías, sino de ideas para convulsionar, un pretexto para provocar razones y emociones. También es un libro de sentimientos en el que me siento muy involucrada porque habla de nuestro estar en el mundo contemporáneo, de lo privado y lo público, del interior al exterior, del íntimo y complejo universo emocional.

¿Qué la decidió a hacer este libro, alguna experiencia concreta?

A raíz de la publicación de Solas (300 mil ejemplares vendidos) mis encuentros con grupos de mujeres se intensificaron. En cualquier charla, taller, jornada, ya se hablara de poder, democracia paritaria o autoestima, siempre alguien decía: sí, hablamos de los hombres y del sistema, pero es que, entre nosotras no nos apoyamos o nos hacemos zancadillas.

Cuando pensé escribir sobre ello, mi amiga y maestra Amelia Valcárcel, medio en broma medio en serio, me dijo: ¿Por qué tú, que no te gustan los conflictos, que vas de sanapupas, vas a escribir sobre algo tan feo?. Bromas aparte, porque estoy convencida de que es un escollo para nuestro desarrollo. Pero el libro no sólo habla de conflictos; empieza con la rivalidad pero acaba con la complicidad, la solidaridad y la sororidad, que nunca han sido tan evidentes como ahora.

Pensé llamarlo Juntas, porque trata de lo que nos pasa juntas, por aquello de que igual nos queremos que nos detestamos, aunque sin
querer hacer un libro sobre la amistad. Y me puse a buscar libros, pelis, ya sabes, cuando estás en un tema vas con las antenas puestas.

¿Y porqué malas, y no juntas?

Cuando te dicen mala te están diciendo que no te quieren. Es un tópico, producto de la misoginia. Estamos hartas de que nos llamen malas. El título no tiene connotación bíblica sino que alude a las relaciones entre mujeres en un mundo construido por y para hombres, mujeres con algunos hábitos masculinizados a raíz de la lucha por el éxito.

Me sirve para intentar conjurar el maleficio de quienes, cada vez que no somos obedientes o no cumplimos con las expectativas que se tienen sobre nosotras... nos acusan de malas y nos hacen sentir culpables.

Tenemos que saber definir nuestros intereses, aceptar que las mujeres compiten, que son ambiciosas... ¿y qué? : Ya está bien de niñas buenas y complacientes. Ya sabes, aquel slogan que nos gusta tanto, somos malas y podemos ser peores. O sea, nos da permiso para ser envidiosas y ambiciosas...

La envidia no es patrimonio de las mujeres. El primer envidioso fue Caín.

Lo positivo de la envidia en las mujeres es que puede ser una alarma que nos advierte de nuestras propias ambiciones y deseos. No hay que avergonzarse de ella. Otra cosa es estar atrapada por ella. Si tienes envidia de fulanita y analizas ese sentimiento a lo mejor descubres que quieres tener lo que la otra tiene y a continuación te puedes plantear: ¿puedo o no puedo tenerlo? A lo mejor es la clave que necesitas para detectar tu propio deseo. Tenemos que reconocer la envidia. También puede ocurrir que para no sentirte envidiada te pases la vida pidiendo perdón y tampoco es eso.

Competir no es un crimen. A lo largo de tu vida muchas veces tendrás que competir por un puesto de trabajo, una oposición o un escaño. El asunto es que hombres y mujeres compitamos lealmente y que, en lugar de competir, también pudiéramos cooperar.

No pasa nada con ser ambiciosas, con querer tener poder o dinero. Otra cosa es que para conseguirlo te masculinices y copies los métodos de los hombres, que no me parecen el modelo a imitar. Es más fácil compadecer que compartir eléxito, pero sería estupendo que tuviéramos el sentimiento de que cuando una mujer avanza, esto nos beneficia.

Hay quien dice que los trapos sucios se lavan en casa

Hay que hablar de ello y también desdramatizar. Hay veces en que la rivalidad es muy grande y otras en que sólo por no hablar de ello se hace más grande. En el libro pongo ejemplos de célebres enfrentamientos, pero también matizo con otras experiencias- siempre hay que matizar, para no dar argumentosal adversario (risas).

Ocultar no quiere decir que los problemas desaparezcan, sino que, a lo mejor, al destapar la herida, al decir "hala, vamos a sanear", damos posibilidades a la cicatrización. Hablamos de esto porque nos perjudica, porque es un problema para el avance de cada una y de todas, que nos conviene analizar. No se pueden simplificar las relaciones ni reconducirlas al naturalismo. Las mujeres no somos amigas o enemigas naturales. No es natural ni es inevitable: se puede superar. Si no podemos recurrir al naturalismo, tendremos que averiguar dónde nace esto que nos perjudica- que perjudica el avance de cada una y de todas.

Así, cuando fulanito venga y te diga aquello de que "las mujeres os lleváis fatal, es que sois vuestras peores enemigas" tu puedas argumentar "oye, oye, pongamos las cosas en claro, que esto viene de aquí o de allá o pasa por esto y por esto"... "Que esto viene de muy atrás"...

¿De dónde, por favor, de dónde?

Misoginia no es una palabra fea y en desuso. Yo pongo ejemplos desde Grecia, pero aún está vigente. Yo también puedo sentir odio hacia todas o hacia mi misma. La tendencia a devaluar a las mujeres es un modo de misoginia. Ir siempre a buscar el fallo, como si tuviéramos que ser siempre 10, cosa que no se les pide a un hombre, forma parte de nuestro modo de relacionarnos. Es la vieja historia de la elegida: como hay muy poco espacio, para ser la elegida, tienes que excluir a las demás, sea cual sea el nivel de relación.

La rivalidad ha sido fomentada por el llamado sistema patriarcal en el que todas somos intercambiables. Competimos todo el tiempo porque qué más da que seas tú o la otra; por tanto, una de las ideas clave es que no somos intercambiables, que somos singulares, que existe diversidad entre nosotras.

Y si tú eres singular, no da lo mismo una que otra ni que haya un sólo espacio para conquistar. Todavía competimos porque sigue habiendo cultura de escasez, una excluye a la otra, porque no se cabe. Hay que ampliar ese espacio que será cada vez más amplio en la medida en que seamos capaces de pactar y aliarnos entre nosotras: esa sería la conclusión del libro: ensanchemos el mundo, porque es nuestro.

Madres e hijas: el capítulo más duro

El capítulo más duro de escribir fue el de las relaciones entre madre e hija. Sobre todo si estás junto a tu madre compartiendo el verano en una época en la que ella no se encuentra muy bien. Pero no se trata de mi madre, sino del papel que han jugado hasta ahora.

La madre es el primer espejo en el que te miras; y ves una mujer con carencias. Es la primera mujer con la que compites por el amor del padre... es la primera que te envía mensajes con invocaciones al sacrificio, la queja y la culpa. Al menos, así ha sido históricamente.

Pero ahora, al ser las madres modernas más autónomas... Hay una esperanza de cambio social muy importante cuando las relaciones madre hijas cambien.

¿No le han dicho que "a las chicas de hoy" esas cosas no les pasan?

Las chicas de hoy también somos nosotras (se refiere a nuestra generación)- porque somos la mayoría de las mujeres. Y tenemos derecho a hablar de lo que nos pasa. Afortunadamente, a las chicas de hoy en día les gustan muchas cosas, además de los chicos. Se esfuerzan por sus estudios. Por el trabajo. Por avanzar. Ellas disfrutan del cambio fundamental producido en aquello que una mujer puede llegar a ser. Eso es lo que hicieron las mujeres luchadoras del 68. Conocer sus vidas es fundamental. Es esencial que las jóvenes de hoy no pierdan la memoria histórica, porque puede dotarlas de un legítimo orgullo de género. La vida de las mujeres hoy es más rica, y también más compleja y difícil. Claro que cuando hablamos de mujeres hay que concretar mucho: de qué partes del mundo, de qué generaciones...

La mujer liberada no existe. No por trabajar fuera, como autónomas o profesionales, nos liberamos. Las dobles y triples jornadas, generan tensiones y depresiones. Y mientras haya violencia, mutilaciones...

Ya estamos fuera de casa, ¿y ahora?

Hay nuevos vínculos entre nosotras, a medida que nos incorporamos al mundo exterior. Hay maestras y discípulas, jefas y subordinadas, señoras de la casa y señoras de la limpieza. Esto desencadena muchos demonios. Desde el "me encanta trabajar con mujeres" al "es horroroso trabajar con mujeres".

En las relaciones jerárquicas se meten más cosas de las que deberíamos; está bien ser comprensiva y generosa, pero no hacer de madre, por ejemplo. O no devaluar automáticamente. Hay que tener en cuenta que se trata de una relación laboral.

¿Sólo hablar nos va a librar del karma de los conflictos?

Los conflictos están allí, más vale verbalizarlos con la mayor franqueza, que no quiere decir todo lo que pensamos. Saber elaborar la rabia o la ira evita conflictos. El llanto y la ira son sanos- el cuerpo protesta cuando un dolor se enquista y te provoca un dolor de cabeza o un cáncer. Las relaciones son complejas. Hay que desaprender la misoginia. Ya hemos roto el aislamiento. Ahora hay muchas cosas que podemos hacer juntas y puede haber complicidades. Ya lo estamos haciendo, como las mujeres de todos los partidos del Ayuntamiento de Cornellá que pactaron un programa sobre mujeres a aplicar ganara quien ganara. Sencillamente, nos conviene aliarnos. Nuestras relaciones exigen nuevas fórmulas. Ser cómplices, y no rivales. La solidaridad nos conviene. Como dice mi maestra y amiga Amelia Valcárcel es una virtud igualitaria que supone simetría y no-jerarquía. La solidaridad nos impone deberes, como fijarnos objetivos comunes, ampliar el concepto de ciudadanía, rescatar los saberes o impulsar liderazgos para el cambio. Necesitamos una solidaridad inteligente y crítica desde una conciencia feminista. Tenemos que negociar , porque negociar no es vender el alma al diablo. La sororidad, por su parte, nos permite reconocernos como pares, semejantes, dignas de respeto y consideración.

Usted es generosa como nadie al reconocer en cada párrafo a contemporáneas suyas. No teme a la competencia.

Es que creo que rebajamos un grado la misoginia cada vez que reconocemos las aportaciones que realizan las mujeres. La historia del
patriarcado es la de la ocultación de las mujeres. Tenemos que nombrarlas y enorgullecernos de nuestra genealogía. Para ello es fundamental que niños y niñas conozcan a las que nos han precedido para transmitir una historia más completa y justa. Y también hay que revalorizar a las contemporáneas. Tenemos que construir una genealogía, unas mujeres que se apoyan en las anteriores creando autoridad y dándose identidad. No se trata de aceptar cualquier cosa que hagan o digan las mujeres sólo por serlo-no somos santas: sólo debemos hacer justicia. Lo cierto es que hay miles y miles de mujeres afanadas en construir metas comunes, que tienen el gusto de conocer a mujeres admirables y de compartir experiencias creativas. Y hay ejemplos, como el de Mujeres de Negro por la paz, que dejan claro que, unidas, podemos conseguir cosas inimaginables.

CREDIBILIDAD Y PODERÍO

Eso que suele pasarnos a las mujeres, no le ocurre a ella. Es difícil encontrarle un pero a Carmen Alborch. Al contrario. Con el tiempo, su trayectoria la ha hecho cada vez más creíble y representativa. Tiene un currículum de rara avis entre las mujeres: siendo feminista, no se suele volar tan alto en tan diferentes actividades. Decana de Facultad, Directora e impulsora del IVAM, Ministra de Cultura, Diputada y, encima, autora de best sellers con temas que no suelen serlo. Los temas que Carmen Alborch ha elegido desarrollar y ventilar, tanto en “Solas” como en “Malas”, desvelan la agenda más íntima y secreta de las mujeres a la vez que, con sólidos argumentos, aprendidos tras muchas horas de lecturas, de atenta escucha y a pie de calle, iluminan la agenda política- la lucha conjunta de las millones de mujeres que son y han sido por transformar una sociedad que, alevosamente, por ignorancia, por mezquindad, o por cochina envidia, aún les niega la merecida visibilidad.

Sin demagogias, sin mostrarnos mejores o peores de lo que somos, citando a cada paso a sus maestras, salpicando de anécdotas la descripción del origen de nuestros males y enfatizando los remedios que les estamos buscando, Carmen Alborch nos deja en la boca el mejor sabor posible- el del orgullo de nuestra genealogía. consigue su objetivo de “empoderarnos”, orgullosas de nuestra genealogía.

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