EL
DOLOR OCULTO
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En Diafreo llamamos
“dolor oculto” al dolor a partir del cual se inicia
un encadenamiento de tensiones, contracciones y compensaciones.
Este dolor desaparece, aparentemente. Sin embargo permanece activo;solamente
ha sido silenciado por la postura compensatoria del cuerpo.
Ante la aparición
de un dolor, el cuerpo tiene un primer sistema de supervivencia
que es la contracción y la tensión.
Con ello logra comprimir las terminaciones nerviosas, disminuyendo
así el flujo de la información dolorosa, y previene
también una posible hemorragia, mediante la presión
que se ejerce sobre los vasos sanguíneos.
Si esta orden
de contracción queda grabada con la suficiente intensidad,
o, perdura a través del tiempo, acaba siendo crónica
e inconsciente. A la asimetría que provoca, le sigue una
escalada de tensiones, las unas para compensar a las otras, que,
subiendo
como una progresión geométrica, acaba creando un desequilibrio
en el cuerpo.
El cuerpo va
adaptándose porque soltar estas tensiones significa dejar
aparecer la primera información dolorosa. El sistema de alarma
funciona perfectamente, y la orden que ejecutaría los movimientos
que desharían esta estructura queda inhibida y sustituida
por movimientos compensatorios.
Cuando esta
cadena se satura aparece un síntoma en alguna parte del cuerpo,
casi siempre lejos del viejo dolor inicial olvidado.
Este encadenamiento compensatorio de tensiones sigue siempre, aunque
con diferentes variantes, las cadenas musculares que fueron descritas
en su día por Françoise Mézières.
Por ejemplo,
a raíz de un traumatismo en la rodilla, para encontrar un
apoyo que no sea doloroso, esta rodilla girará probablemente
hacia adentro. La tensión de los músculos que mantiene
esta rotación tirará a su vez de la cadera, provocando
un desplazamiento de la pelvis o de la articulación, que,
a su vez, será equilibrado por una rotación de la
columna que, quizás, acabe desplazando unas vértebras
cervicales.
Con el tiempo, posiblemente aparezca un dolor en el cuello o en
un brazo;o quizás sea una víscera, un nervio o un
vaso comprimidos que se queje;Todo ello como consecuencia de la
lesión de rodilla que habrá sido, por entonces, ya
olvidada.
Si tratamos
el síntoma, si no se deshace toda esta cadena del dolor,
lograremos solamente un trabajo localizado y sintomático.
El dolor emergente reaparecerá o se compensará en
otro punto de la cadena; será, al parecer, un dolor diferente,
pero tendrá el mismo origen.
Podría servir de ejemplo el desequilibrio que creamos en
una tienda de campaña si acortamos uno de sus vientos. El
desequilibrio irá desplazándose, a medida que lo intentemos
paliar. El remedio será volver a la causa primera: el acortamiento
del viento.
Françoise Mézières llamó “dolor
oculto” a este dolor olvidado que reaparece al acercar de
nuevo al cuerpo al eje; y, “reflejo antiálgico a priori”,
a la capacidad de prevenir mediante movimientos compensatorios,
un dolor antes de que se produzca.
Cuando se trabaja
el cuerpo al nivel global, desde la óptica mezierista este
dolor sorprendentemente olvidado reaparece muchas veces nítidamente,
acompañado de mucha información, tanto de tipo descriptivo,
como del impacto emocional que produjo en su día.
EL DOLOR
OCULTO PUEDE SER UN DOLOR PSÍQUICO
Trabajando desde
esta premisa en Diafreo, hemos podido constatar que este mismo encadenamiento
de tensiones, siguiendo las mismas cadenas musculares, que fuera
descrito por Mézières como la consecuencia de un dolor
físico, se produce de forma idéntica cuando la información
dolorosa inhibida es de tipo emocional. Su finalidad es retener
y bloquear la información que proviene de los sentidos y
del contac to íntimo con ciertos sentimientos y que produciría
un conflicto interno o con el entorno. Aunque el dolor sea de origen
psíquico y emocional, pone en marcha el sistema defensivo
y, éste, siempre se estructura corporalmente.
Lo que
ha construido el cuerpo, como sistema de supervivencia, difícilmente
se deshace solamente desde la comprensión intelectual. Por
lo tanto, hay que reabrir los circuitos estructurados en el cuerpo
que mantienen al sistema defensivo activo. Y ello implica la liberación
de la información y los sentimientos conflictivos que estaban
retenidos en estas cadenas de contracción. Finalmente el
cuerpo es el crisol donde los procesos psíquicos y energéticos
se materializan. El instrumento con el que sentimos, pensamos y
actuamos.
Vista desde esta óptica, la fibromialgia , es la punta del
iceberg de un largo proceso de este tipo. Podríamos decir
que es una tensión generalizada que encubre un dolor: el
dolor que produciría ver la realidad. Y, cerrando el círculo,
esta misma tensión, este mismo bloqueo,
imposibilita la apertura de los mecanismos que permitirían
la respuesta.
En mi experiencia
con personas que he tratado con este diagnóstico, y muchas
otras que no han sido diagnosticadas pero que presentan cuadros
similares, he observado que, aunque presenten sintomatologías
diversas, tienen en común un trasfondo traumático
emocional importante. Una historia, la mayor parte de las veces,
de inhibición y negación, que actúa a modo
de dolor oculto. Una historia emocional confusa, que provoca un
extremo estado de alerta del cuerpo (simpaticotonía y estrés)
con gran inhibición de la respuesta. Tod@s desarrollamos
en la vida una forma u otra de defensa.
EL SISTEMA
DEFENSIVO
Teniendo tod@s
los mismos músculos, tenemos formas corporales muy diversas.
Porque, según en qué estadio del desarrollo sucedan
las experiencias más traumáticas, según el
estado de maduración del sistema nervioso en este momento
y según el tipo de información que necesitamos bloquear,
los sistemas defensivos y los bloqueos tomarán formas diferentes,
contrayendo distintos bloques musculares.
Sin embargo, en tod@s, como mamífer@s que somos, en el momento
en que nuestro ser se pone en alerta, hay una preparación
del organismo para la respuesta: ataque o huida.
Para ello el
sistema simpático y todas las hormonas del estrés
entran en juego. Son estimulados: el cortex cerebral (pensamos mucho
y rápido), la musculatura (por si hemos de luchar o correr)
y el corazón (para mantener el esfuerzo); y ralentizadas
y parcialmente inhibidas las funciones viscerales que dependen del
parasimpático y que, en conjunto, recargan nuestro organismo
después del esfuerzo.
Visto así,
toda la sintomatología de la fibromialgia es la de un estado
de estrés, de una simpaticotonía sostenida que provoca
la inhibición mantenida del sistema parasimpático.
Un estado de alerta perpetuo, que acaba agotando sus reservas, porque
no hay respiro para la recarga. De ahí que desemboque en
fatiga crónica. Pero... ¿Cuál es el dolor que
este mecanismo oculta? ¿Por qué este estado continuo
de alarma, no encuentra nunca su descarga, cual coche en marcha
con el freno puesto?
Este mecanismo
de tensión, mantenido por la contracción crónica
de las cadenas musculares, que va subiendo como una espiral, tiene
una doble función:
Una es bloquear la información
que viene de los sentidos y que, al ser descodificada al nivel del
cerebro, enfrentaría a la persona a una realidad que, psíquicamente,
en este momento no puede asumir.
La segunda función
es, como consecuencia de la primera, la inhibición de la
respuesta.
La segunda es posible
sin la primera, pero no al revés porque sin información
no hay respuesta consciente posible. Sólo un estado de alarma
del cuerpo. Si alguien tiene hacia nosotros una actitud agresiva
o manipuladora, darnos cuenta de ello implica ver la realidad y
reaccionar.
Si hay una memoria grabada
en la infancia que nos dice que saber o actuar sería destructivo
para nosotr@s, esta información será tratada como
peligrosa para la supervivencia y se bloqueará.
Bloquear no significa
desaparecer. Como el dolor oculto de Mézières, esta
información queda aislada en alguna parte de nuestro sistema
nervioso. Para ello el cuerpo organiza sus tensiones.
Resultado final: nos
encontramos mal, todo el cuerpo está en tensión y,
como la información no ha circulado, no sabemos por qué.
En Diafreo,
utilizamos el estiramiento de las cadenas musculares para liberar
el estado extremo de tensión y aliviar el dolor. Sin embargo,
al trabajar para liberar estas tensiones aparecen muchas veces grandes
resistencias a soltarlas: con angustias, miedos y conductas de evitación.
Porque mucho más temida que la tensión y el dolor,
es la información.
Por ejemplo, en las situaciones
de acoso moral o chantaje emocional, la niebla que impide ver, el
miedo, la culpa y la imposibilidad de una respuesta adecuada, provocan
una simpaticotonía sostenida con toda su sintomatología.
Soltar el sistema de
defensa, dejar circular la información, implica salir de
la niebla. Salir de la niebla implica tomar decisiones y reaccionar.
Enfrentarse al miedo, al pánico. Esto es mucho más
temible que el dolor físico si la persona tiene bloqueadas
estas capacidades.
Aunque basamos nuestro
trabajo en restablecer el equilibrio corporal mediante el estiramiento
de las cadenas musculares que mantienen el estado de tensión,
el trabajo corporal que yo propongo no es solamente un trabajo para
desmantelar la coraza o el sistema defensivo; sino que, mediante
el acceso a las tensiones más profundas, pretende recuperar
las estructuras internas, el acceso a la conciencia corporal, al
espacio interno. Pues es esta capacidad de estructura interna la
que permite afrontar las circunstancias externas como tales. Es,
así, la base más importante para recuperar la sensación
de integridad, de vitalidad y de fuerza y pode enfrentar circunstancias
difíciles, como las que pueden aparecer en el momento en
que decidimos soltar la tensión, darnos cuenta de la realidad
y actuar en consonancia con ella.
Es también
desde la experiencia de vivir el cuerpo sin (o con menos) tensión,
que podemos escuchar su lenguaje y observar en qué situaciones
y en relación a qué sentimientos entra de nuevo en
alarma.
Malen
Cirerol
Diafro-Terapeuta. Fisioterapeuta
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