CARMEN
VALLS: “TODOS LOS QUE INTERVIENEN EN EL ESPACIO SOCIOSANITARIO,
TENDRÍAN QUE HABER REFLEXIONADO SOBRE LOS TEMAS DE
GÉNERO”
<Leonor
Taboada> |
Carmen
Valls |
Desde
la primera vez que la oí, la he escuchado en distintos foros,
siempre con el mismo asombro ante su capacidad de transmitir como
nadie la misma información adaptada como la piel al guante
del público al que se dirigía, ya fueran legos o científicos.
Alguna vez me han caído las lágrimas y se me ha erizado
–literalmente-el vello de emoción por la identificación
de la científica y de la mujer con cada una de las mujeres
que la escuchaban. Era una más, y era la una entre todas
que tiene una información que necesitamos como agua de mayo
para mejorar nuestra salud y calidad de vida.
Nadie explica la incidencia del sesgo de género en la medicina
y la ciencia, como ella. Su lógica es aplastante, porque
lo que dice no lo ha aprendido en los libros –aunque se lo
haya leído todo.
Científica, escritora, comunicadora, política, cálida,
accesible:es muy difícil trazar un perfil de Carmen Valls
en poco espacio (autora del libro Mujeres y Hombres: salud y diferencias).
La culpa no es mia sino suya:ella es una y es mil, o así
lo parece, dada la actividad física e intelectual que despliega.
Madre de tres hij@s, endocrinóloga, investigadora de las
diferencias de salud entre hombres y mujeres, pionera e impulsora
del concepto de género en salud, ella es, en si misma, una
red andante, vinculando a unas mujeres con otras, a grupos de mujeres
entre si. No sólo pertenece a Redes: facilita los marcos
de encuentro y también las crea.
Con ella llegó un punto de inflexión en la visibilidad
del discurso de salud y género en España. Y con ella
llegó, también, un sueño de muchas:la publicación
de esta revista.
Hace
diez años, sus libros ya anunciaban una manera distinta y
atrevida de mirar la salud y la medicina; al señalar las
diferencias biológicas entre hombres y mujeres insinuaba
ya la necesidad de investigación y tratamientos diferenciados
para unos y otras.
Yo, como profesional
de Asistencia Primaria y como endocrina había escuchado a
muchas mujeres y había empezado a descubrir -mi formación
había sido claramente androcéntrica y en la facultad
yo no pensaba que había diferencias entre hombres y mujeres-
que había un denominador común: todas las mujeres
expresaban unas patologías parecidas en consulta, para las
cuales la ciencia que yo conocía no tenía explicación.
El hecho de que estas quejas fueran tan repetidas me hizo pensar
que tal vez fuera posible encontrar una causa –y aquí
entra mi parte de mujer: yo no podía atribuir esa patología,
todo lo que estaba escuchando, a síntomas nerviosos y psíquicos.
Creía que debajo debía haber otras causas que yo no
había entendido. Entonces también, por vivencias personales,
pude entender todo lo que significaban la violencia psicológica
y la violencia física en la vida de las mujeres. Y empecé
a detectar que muchas de las patologías que se presentaban
tenían debajo una base de violencia, por lo cual ya no se
trataba solamente de causas biológicas ni siquiera sociales,
sino que las relaciones de pareja y de dependencia afectiva también
estaban condicionando la consulta médica. Por lo tanto, el
diagnóstico diferencial también tenía que incluir
los problemas sociales y psicológicos.
¿Cuándo
“aterriza” usted en CAPS?
Una feliz circunstancia
se dio en esas fechas: reencontré a un antiguo compañero
de facultad con el que habíamos luchado en la Universidad
contra la dictadura franquista y él me presentó una
ONG llamada CAPS (Centro de Análisis y Programas Sanitarios)
para la que trabajaba y en la cual estuvimos reflexionando juntos
un documento sobre el oficio de hacer de médico, dedicado
al médico de cabecera, que era un homenaje a Jordi Gol y
Gorina, el médico que hizo la definición de la salud
como autonomía personal sólida y gozosa.
La reflexión sobre la evolución de la Asistencia Primaria
y, en concreto, el oficio de hacer de médico, lo hicimos
a medias con Marius Morlans. Este documento se presentó como
Conferencia en el CAPS, donde me encontré muy a gusto entre
un grupo de médicos (tan sólo había dos mujeres)
que estaban interesados en el aspecto psico social de la medicina,
con los que empezamos a trabajar en el 1er Congreso de Tecnología
Médica y Calidad de Vida, en 1988. El Congreso me permitió
entrar en contacto con la red de investigadores que ya trabajaban
calidad de vida en relación con la salud y encontré
que los parámetros de calidad de vida habían sido
muy olvidados por la medicina.
¿A
qué parámetros se refiere?
Muchas investigaciones
se hacían sólo para curar la enfermedad y no se valoraba
si el tratamiento empeoraba la calidad de vida de las personas o
les hacía correr riesgos a largo plazo. La evaluación
de calidad de vida me pareció también una linea muy
interesante para hacer patentes las investigaciones biopsicosociales,
y me pareció también un punto de encuentro entre los
laboratorios de investigación, la sanidad pública
-porque no creo que a la salud pública le interese empeorar
la calidad de vida de la población – y privada; y la
medicina asistencial primaria y especializada. Para hablar un lenguaje
común, todos teníamos que intentar que ninguna intervención
del sistema sanitario empeorara la calidad de vida de la población,
sino que la mejorara. Las mujeres, en especial, eran campo abonado
para que, cuando el sistema sanitario intervenía en su vida,
empeorara su calidad de vida.
Tenemos ejemplos claros en las Nuevas Técnicas de Reproducción,
la intervención en la menopausia o la misma anticoncepción
hormonal que no se había valorado nunca en su relación
con la calidad de vida. Se dijo: impiden la ovulación, pero,
¿a costa de qué?: ¿de la líbido?; ¿de
engordarse?, de enfermarse del tiroides?, ¿de arriesgarse
a largo plazo a un cancer de mama o no?. Todo esto no se conocía
bien y pensé que era un buen hilo de trabajo que desarrollamos
en el CAPS y nos condujo a organizar el 1er Congreso de Mujer y
Calidad de Vida en el año 1990
¿Qué
supuso la organización del 1er Congreso Mujer Salud y Calidad
de Vida?
En la preparación
del congreso, empezamos a crear un pequeño equipo con mujeres.
Fue a partir de 1990 en que llegaron masivamente las mujeres al
CAPS, procedentes de distintos campos de la salud. Llegaron psicólogas
y sociólogas, como Carme Alemany, y el grupo de investigadores
con quienes intentamos unir la biología, la psicología
y la sociología aunque en los debates y talleres los distintos
profesionales sólo se escuchaban entre si; costaba mucho
el diálogo interdisciplinar.
Después del Congreso, un grupito muy pequeño en el
CAPS, -Gloria Borràs y Mercè Fuentes fueron las doctoras
que lo empezaron-pensamos que ya que era difícil visibilizar
todos estos problemas a la vez, creíamos importante introducir
la visión de las diferencias –todavía no hablábamos
de género- al enfermar entre hombres y mujeres, metabolismos
diferentes, distintas formas de presentación de las enfermedades,
y distintas prevalencias. Por ejemplo, nos planteamos que la menstruación
era una incógnita dentro de la medicina y la visibilizábamos
con la ponencia (Ver Libro Mujer y Calidad de Vida) sobre
"El estrés y su relación con el ciclo menstrual":
aquí empezamos ya a visibilizar las carencias de hierro y
las consecuencias que tenían las enfermedades endocrinas.
Para el Congreso elaboré un documento sobre Morbilidad Diferencial
que me sirvió para revisar toda la literatura que hasta el
momento había sobre las diferencias.
Yo creía que estudiar y explicar las diferencias sería
suficiente para que los médicos y médicas cambiaran
de actitud respecto a las enfermedades de las mujeres. Y aquí
si me definía por estudiar más a fondo la morbilidad
dado que ya teníamos resultados de la Primera Encuesta de
Salud de la ciudad de Barcelona que dejaba ver que había
una desigualdad en la salud percibida de las mujeres y de los hombres
y que había más morbilidad crónica entre las
mujeres sobre todo relacionada con problemas del sistema músculo
esquelètico y con ansiedad y depresión en menor grado,
lo que planteaba una incógnita porque estas enfermedades
habían sido poco estudiadas por la medicina, que se dedicaba
mucho más a enfermedades agudas y a procesos que se desarrollaban
en los hospitales.
Esta visión de la diferencia motivó la creación
del Programa Mujer, Salud y Calidad de Vida del CAPS, en 1991, un
año después del Congreso.
¿Qué
se plantea el Programa Mujer, Salud y Calidad de Vida?
En este programa
el objetivo principal fue visibilizar las enfermedades, sus causas
y consecuencias. Aunque aún nos basábamos en las diferencias,
introdujimos también los trabajos invisibles. Ya intentábamos
hacer visibles los problemas específicos de las mujeres,
pero todavía no habíamos visto lo complejo que era
entenderlo. A medida que íbamos profundizando en la biología
y psicología diferencial y las condiciones de trabajo, nos
fue creciendo un aspecto que hasta entonces no se había visto,
que era que las condiciones de trabajo influían mucho en
la salud de la mujer y, en las condiciones de trabajo, entraban
también las condiciones de vida de las mujeres porque los
trabajos de las mujeres eran complejos. Así que estudiando
el trabajo llegué al concepto de género.
A alguna
gente le cuesta mucho entender el concepto de género, como
si fuera una sofisticación teórica innecesaria
Para mí
el género no es una teoría;el concepto no me ha venido
por haber aprendido una teoría de introducir el género
como método, no:yo intenté entender qué pasaba
con la salud y, al intentar entender la influencia de las condiciones
de trabajo, me di cuenta de que si la mujer llegaba cansada al trabajo
era porque por la noche no había dormido porque cuidaba niños
o cuidaba enfermos o porque tenía que hacer otras miles de
tareas; veía que muchas mujeres aceptaban trabajos en precario
para hacer compatible su vida doméstica y la vida profesional;
veía que no se preocupaban de su propia vida sino de dar,
dar, dar y de vivir para los otros y dedicarse a los demás
y que esto era agotador para la salud mental de estas mujeres.
En este proceso llegué a entender que a las mujeres se nos
habían introducido unos mandatos, una culpabilización
tan grande en la mente que las llevaba indefectiblemente a trabajar
tanto que el sistema músculo-esquelético se destrozaba
y el psicológico también porque la salud mental se
resiente de tantos años de estrés que no se ha podido
compensar de ninguna otra forma. Esto dio lugar que nos implicáramos
en la organización del Primer Workshop sobre Mujer, Salud
y Trabajo, en 1993.
En la
trayectoria del CAPS, el tema de la salud laboral tiene especial
relevancia
En la organización
de este work shop conectamos con la primera red mundial de mujeres
que estaban ya investigando este tema y preparamos el primer Congreso
Internacional de 1996 sobre Mujer Salud y Trabajo en el que sí
pudimos mantener el equilibrio entre biología, psicología
y sociología y en el que todo el mundo se escuchó.
La síntesis está en el libro que editamos con el Instituto
de la Mujer, donde las ponencias tienen un alto rigor científico
y, además, incorporan la visión de género porque
tanto las unas como las otras, las ponencias biológicas,
psicológicas o sociológicas, incorporan el problema
de la invisibilidad de las diferencias como un problema de género
ante una ciencia androcéntrica y analizan cómo la
doble jornada, la doble vida, e incluso el desprecio que la sociedad
ha sentido hacia las mujeres durante tantos siglos, hace que la
mujer internalice todas las culpabilizaciones del mundo y que, por
ende, su salud mental tenga graves vulnerabilidades. También
nos dimos cuenta de que, al no haber estudiado las diferencias,
se estaban aplicando fármacos sin haber visto si se metabolizaban
correctamente;que la evolución de los infartos era diferente
pero mucho peor entre las mujeres, había mucha más
mortalidad post infarto entre las mujeres, y que por lo tanto había
un problema de género en que no se hubieran estudiado las
diferencias:el sesgo inconsciente de género en la mente de
los médicos. Hemos abierto una reflexión internacional
que continuó en el II Congreso en Río de Janeiro (1999)
y el III Congreso en Estocolmo. Espero que el próximo congreso
a celebrar en Nueva Delhi (2005) plantee los retos de la salud de
las mujeres en los países en vías de desarrollo.
¿Alguien
está libre del sesgo inconsciente de género?
Reconozco que
también tenía el sesgo inconsciente de género;aunque
el embrión del estudio de las diferencias ya estaba, nunca
hubiera pensado que hubiera tanta dificultad mental y, por tanto,
estereotipos de género tan firmes en la educación
de los científicos, capaces de sesgar la realidad y de invisibilizar
la salud de las mujeres.
Es mucho más difícil que se valoren los síntomas
de las mujeres objetivamente, que se las diagnostique las trate
y rehabilite de forma objetiva.
Siempre hay el sesgo de considerarlas inferiores, histéricas,
neuróticas o incluso "estresadas"o "menopausica"-son
los insultos posibles. Respecto a las "estresadas", por
ejemplo, no se considera que el estrés sea un problema objetivo
por la sobrecarga de trabajo que soportamos, sino una mala organización
de la mujer. Podemos ver un paradigma de esto en las declaraciones
en el último congreso mundial de las empresarias celebrado
en Barcelona, en que todas hablaban de que ellas si se sabían
organizar, como si las demás no hubiéramos podido
llegar a ser empresarias porque no sabíamos hacerlo cuando
lo que pasa es que tienen a otras mujeres estresadas trabajando
para ellas.
¿Cómo
inciden los estereotipos en el dolor de las mujeres, en la fibromialgia?
El esterotipo
de género que hace que estos se puedan considerar diagnósticos
y que no se investiguen realmente las causas de los problemas, está
retrasando de una forma muy preocupante, su solución. Porque
si no conocemos las causas, no podemos hacer buena prevención,
ni habrá buenos tratamientos en el futuro.
Y el paradigma de esta situación, nos ha llegado a través
de otra palabra que etiqueta pero que no resuelve el problema del
dolor de la mujer, que es la "fibromialgia".
El dolor y el malestar de las mujeres, está claro que está
basado en la discriminación histórica, en la invisibilidad,
en el desprecio de la sociedad y el que los padres de la Iglesia
tuvieron con ella, en la invisibilidad de sus problemas biológicos,
que fueron contemplados como psicológicos, en no entender
su sexualidad y su deseo. Todo esto ha generado malestar y rabia
-los problemas músculo-esqueléticos por las condiciones
de vida y trabajo que generan en el cuerpo de las mujeres y los
problemas de la salud mental lo han estudiado bien, nuestras mentoras
y colaboradoras en Suecia, Marian Frankerhaueser y Ulf Lundberg.
Pero como las circunstancias no han mejorado y las
condiciones el malestar y el dolor están aumentando. Ya no
se manifiestan de formas poco verbales, como podía ser la
histeria, sino que se fija en el cuerpo de la mujer en forma de
dolor. Y a este dolor, la ciencia médica, de tanto escuchar
dolores de la mujer, ha decidido que llamaremos fibromialgia. Y
la fibrormialgia, aunque halla unos puntos dolorosos en las inserciones
músculo-tendinosas no aclara la causa del dolor y la visión
de la ciencia médica oficial es que la mujer tiene más
tendencia a sufrir este problema por su umbral al dolor más
bajo. Nos dicen que somos hipersensibles y que esa es la razón
que nos hace sentir el dolor.
Esa
es una afirmación sumamente provocativa
Sí, pero
yo creo que la provocación la hace la misma ciencia médica.
Lo provocativo no es decir que la mujer tiene dolor, yo no tengo
ninguna duda de que hay dolor. La causa del dolor no es la hipersensibilidad.
No es que la mujer sea más sensible, es que tiene muchas
sobrecargas que causan dolor:psicológica, biológica
y mental. Y si no se entiende esto, no se puede entender que haya
tanto dolor. La ciencia androcéntrica no lo entiende y lo
puedo comprender ya que, de algún modo, es juez y parte.
¿Hasta
dónde ha penetrado el discurso de género en la medicina
"oficial"?
El discurso
de los estereotipos ha entrado poco en la medicina oficial. La medicina
oficial considera que todo lo que sabe lo sabe por ciencia propia.
La medicina tiene pocas dudas cuando yo creo que para crear ciencia
se necesita dudar mucho y el beneficio de la duda no se aplica a
la mujer, sino sólo al hombre.
Para luchar contra el estereotipo hay que establecer bases científicas,
e impregnar la ciencia oficial de los problemas de género.
Eso se está haciendo desde el año 90, poco a poco.
¿Cómo? De entrada, introduciendo el término
Mujer y Salud en el Index Médicus, haciendo la red internacional
Higea de investigadoras médicas, no dejando que se minimicen
o maximicen las causas de enfermedades y buscando el diagnóstico
diferencial. Por ejemplo, una gran tarea que nos queda por delante
–y que podríamos realizar unidos con los investigadores
masculinos honestos que quieran hacerlo– es investigar el
dolor de las mujeres y a esto vamos a dedicar la tarea del próximo
año de la red española de Mujeres y Salud que nos
reunimos cada año en el Instituto de la Mujer para compartir
los trabajos de investigación, y que este año centramos
en el tema del dolor de las mujeres y en como detectar de forma
precoz la violencia psicológica y física en las mujeres.
Son dos grandes problemas que están motivando una gran demanda
de ayuda en la atención primaria, enmascarada e invisible;el
dolor no se diagnostica bien, se dan sedantes y antidepresivos porque
no se llega al fondo de las enfermedades que están detrás.
Los mismos protocolos actuales no acaban de hacer el diagnóstico
diferencial de todas las enfermedades que pueden producir dolor
porque parten de una premisa ideológica y no demostrada:la
hipersensibilidad al dolor de las mujeres. Y eso que la realidad
es que la mujer está mejor preparada que el hombre para aguantarlo.
Desde la menstruación a los partos, soporta mejor el umbral
del dolor. Estos lo vivimos en la asistencia primaria, por ejemplo,
en los casos de cólicos renales. Los hombres los viven de
una forma desaforada porque no han estado preparados para soportar
el dolor. Es decir que en una afirmación no científica,
la hipersensibilidad de las mujeres, se está basando actualmente
todo el tratamiento de la fibromialgia. Y se les acaba tratando
con psicofármacos y los parches de morfina.
¿Qué
hacer, entonces, con el dolor?
Actualmente,
para tratar el dolor inmediato, hay analgésicos suaves, hay
terapias alternativas, (masajes, relajación...) acupuntura,
Tai Chí, movimientos coordinados, que pueden aliviar la situación
de estrés..., todo eso alivia mucho. Y una hora propia, una
hora propia para una misma. No sólo una habitación
propia, con una hora propia para descansar, pensar, leer, no hacer
nada. . . el dolor de las mujeres se podría aliviar mucho.
Y, sobre todo, no culpabilizarlas, ni ideológica ni psicológicamente.
Porque, implícitamente, si la causa del dolor se asocia a
una enfermedad mental, la mujer puede creer que cambiando actitudes
va a cambiar el dolor. Y esto no es así, por dentro hay más
problemas que no se habían estudiado. Hay más de 100
causas biológicas que pueden provocar dolor en hombres y
mujeres. Mientras tanto, de lo que se trata es de hacer un buen
protocolo de diagnóstico diferencial y no parar hasta que
todas las enfermedades que pueden producir dolor en el cuerpo de
una persona, sea hombre o mujer, sean estudiadas como protocolo
de estudio del dolor y, después saber que la evolución
de esta enfermedad, incluso sin tratamiento, no es fatídica
ni maligna. Una de las grandes angustias que están sintiendo
muchas mujeres es cuando les dicen que la enfermedad no tiene tratamiento.
Esa angustia les hace sentir más dolor y entran en un círculo
vicioso que no tiene justificación. Está demostrado
que la enfermedad conocida como fibromialgia se cura en algunos
casos espontáneamente y, en otras, no se cura porque debajo
hay una enfermedad biológica no diagnosticada.
¿Y
en relación a la violencia contra las mujeres?
Va a ser mucho
más complejo resolver los problemas de violencia psicológica
y las consecuencias que tienen sobre la salud de las mujeres ya
que en la violencia psicológica sí que existe toda
la carga de androcentrismo acumulada durante siglos.
En estos casos, la autoestima de la mujer ha quedado muy deteriorada
y hay que hacer dos procesos:uno de detección cuando la están
atacando y otro de mejora de su autoestima. Hay demostraciones biológicas
de que la carencia de autoestima disminuye las hormonas, pero tanto
en hombres como en mujeres. Y en monos. Se ha demostrado que el
mono dominante acaba, por ejemplo, disminuyendo la testosterona
del mono dominado.
La mujer disminuye su carga hormonal y su carga inmunológica
y puede tener más enfermedades... y más torpezas,
cae más, pierde las llaves, pierde las cosas, posiblemente
culpabilizada por el varón que le dice ‘ves como pierdes
las cosas, no vales nada ’... Veo más complejo luchar
contra esto, hay que identificar muy bien los estereotipos de género
de la clase médica y de las y los profesionales de la medicina
y de todos los que intervienen en el espacio sociosanitario, que
tendrían que haber reflexionado sobre los temas de género.
A lo
mejor no saben cómo ni dónde reciclarse en género...
Aquí
vendría, pienso el gran reto de quienes hemos visto todos
estos procesos. Tenemos que introducir la formación de género
y salud en todos los currículums profesionales que intervengan
alrededor de la salud de hombres y de mujeres. Introducir género
y salud fue la primera conclusión del congreso internacional
de Mujer, Salud y Trabajo que se hizo en Barcelona en el año
96:en el III Congreso de Mujer, Salud y Trabajo, celebrado este
año en Suecia, las investigadoras hemos empezado a consensuar
la posibilidad de practicar lobby científico para que este
curriculum de género y salud se introduzca en todas las universidades
y en todos los campos de formación de profesionales sociosanitarios.
Desarrollar una formación reglada sobre género y salud
es el objetivo de los próximos años. Tenemos que continuar
investigando todo lo que supone morbilidad diferencial y las causas
de enfermedades relacionadas con los problemas de género.
¿Si
se analizara en una consulta médica todos los condicionantes
de la vida laboral y familiar de una mujer antes de dar un diagnóstico,
no estaríamos ante una revolución social?
Sí, y
también somos conscientes quienes trabajamos en asistencia
que no se pueden iniciar todos los procesos de cambio a la vez.
Y en este sentido hay que ser muy consciente de cuál es en
cada persona la prioridad para iniciar el proceso allí teniendo
en cuenta que tenemos que acabar cambiando su entorno biológico,
psicológico y social. A veces hay que empezar con el biológico,
porque la persona está muy deteriorada, otras veces es preciso
empezar con la psicología y otras con las con las condiciones
de vida y trabajo. Entender estos problemas en toda su dimensión,
supondrá mejoras en otros muchos aspectos. Si la medicina
cierra los ojos a la realidad y piensa que la tratará con
antidepresivos, opiáceos o barbitúricos, lo único
que hace es incrementar el gasto sanitario (en Cataluña,
34. 000 millones de psicofármacos, de los cuáles el
90% se administran a mujeres) y no ayudamos a cambiar el proceso.
A la larga, el análisis de los problemas de género
va a beneficiar a los dos sexos, naturalmente más al que
ha sido invisibilizado, maltratado, despreciado, que es el sexo
femenino, pero una reflexión a fondo y el análisis
de las causas va a mejorar a toda la humanidad y, por tanto, es
una tarea que debemos continuar ampliando la RED de reflexión
sobre la perspectiva de género en la salud. Animaría
a colaborar a todas y todos los que lean estas líneas y se
sientan identificadas con los objetivos.
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