EL
ACOSO SEXUAL: UNA VIOLENCIA SILENCIADA
<Carme
Alemany> |
Carme
Alemany |
El acoso sexual
es una realidad antigua con palabras nuevas, ya que varias generaciones
de mujeres han sido y lo son aún, sometidas a solicitaciones
de orden sexual no deseadas. Sin embargo, son las feministas americanas
de la Universidad de Conell quienes a finales de la década
de los 70 han designado por primera vez bajo el nombre de “acoso
sexual ” este tipo de conductas masculinas.
En 1987, se publica el primer informe sobre la situación
en los paises miembros de la Unión europea, en el cual se
demuestra la gravedad de la situación y la insuficiencia
de la legislación existente para combatirla. Por ello, el
autor de este informe, Michael Rubenstein, aconseja la elaboración
de una directiva que prohiba este tipo de comportamiento en los
paises miembros. No obstante, se tendrá que esperar hasta
2002 para que se haga efectiva una directiva de la Comisión
europea sobre el tema.
Hasta la actualidad
todos los estudios desarrollados, demuestran la importancia de este
tipo de comportamientos aún cuando su denuncia es escasa
y ello por diferentes razones:
a) Sólo los Estados
Unidos penalizan el acoso sexual producido por un superior así
como aquél que es causado por los compañeros de trabajo
y que conduce a crear un ambiente de trabajo cuyas manifestaciones
o conductas de tipo sexual resultan ofensivas para la dignidad de
las mujeres y de los hombres. En los restantes países la
ley sólo contempla el acoso sexual causado por un superior.
b) Ningún país
imputa a las empresas la responsabilidad de prevenir este tipo de
comportamientos y preservar un ambiente de trabajo que favorezca
el respeto y la dignidad de las personas.
c) En muy pocos
países se han celebrado juicios favorables para las víctimas,
cuya resolución haya contribuido al mantenimiento de su puesto
de trabajo o a una indemnización compensatoria para la víctima.
Este conjunto
de factores, conducen a silenciar las situaciones de acoso, ya que
las víctimas saben de antemano que si desvelan este tipo
de comportamientos serán penalizadas. De este modo, las experiencias
de acoso sexual no sólo se esconden sino que incluso ni se
comparten con las mejores compañeras de la empresa y una
vez pasada la situación se olvida. Así, este tipo
de experiencias permanecen inscritas en la historia de las mujeres
como una realidad del mundo laboral, inherente a las relaciones
de dominación que imponen los hombres a las mujeres, frente
a la cual cada mujer, individualmente tiene que aprender a convivir
y a afrontar.
La investigación
que hemos desarrollado demuestra que aún cuando cualquier
mujer es susceptible de ser acosada, existen una serie de características
que aumentan el riesgo de padecer este tipo de violencia. Entre
ellas caben destacar:la edad, la antigüedad en la empresa,
la situación contractual y el nivel de dependencia respecto
al puesto de trabajo. La “nueva ” en un grupo de trabajo
corre un mayor riesgo, como si los comportamientos de acoso sexual
fueran la señal del “bautismo ” de incorporación
en la empresa y una manera de medir el nivel de defensa de la persona
recién incorporada frente a este tipo de agresión.
De igual manera aquellas que tienen una situación laboral
precaria corren un mayor riesgo ya que su capacidad de defensa es
menor, así las que tienen un contrato laboral temporal o
a tiempo parcial son agredidas con mayor facilidad, ya que su situación
laboral reduce su capacidad de defensión.
Finalmente cabe
destacar las mujeres divorciadas o viudas con hijos pequeños,
cuya situación personal agrava su dependencia laboral lo
que reduce su capacidad de defensa y maniobra ante este tipo de
comportamientos. Tambien hay que señalar que son comportamientos
que no suelen desarrollarse a la luz pública, sino en privado,
por lo que la víctima dificilmente dispone de pruebas para
poder acusar al acosador. De este modo, son pocas las mujeres que
pueden afrontar abiertamente este tipo de agresión y que
se atreven a encararse con el acosador. En cambio, es frecuente
que las mujeres acosadas opten por la difuminación del fenómeno,
es decir, despistando o haciendo ver que no se dan por aludidas
ante las solicitaciones del acosador, lo que raramente conduce a
modificar la intención de éste. A este tipo de estrategia,
la cualificamos de supervivencia, ya que la víctima espera
que al no darle importancia podrá disminuir la agresión.
También es frecuente que la víctima opte por evitar
el contacto con el acosador, así intentará disminuir
las ocasiones de encuentro o de relación, de manera a no
proporcionar ocasiones para reincidir en la conducta. Este tipo
de estrategia se puede clasificar como de contención de la
violencia. Ambas estrategias conducen finalmente a sobrecargar a
la víctima de la responsabilidad del comportamiento agresor.
Sin embargo, sólo aquellas que se enfrentan abiertamente
contra el agresor logran fortalecer su autoestima, mientras que
las restantes estrategias suelen disminuir la capacidad de defensa,
lo que incide frecuentemente en la salud de las víctimas,
las cuales presentan a menudo síntomas de estrés o
depresión.
Paralelamente,
aquellas mujeres que guardan secretamente el acoso sexual sufrido,
al no poder verbalizar este tipo de agresiones, es frecuente que
desarrollen sentimientos de culpa al sentirse tratadas como objetos
de deseo, en lugar de poder situar el acoso como una desvalorización
y desconsideración hacia las mujeres en el mundo laboral,
resultado de las relaciones sociales de sexo que se desarrollan
en los lugares de trabajo. Ahora bien, este tipo de comportamientos,
que son consentidos por las empresas, no son ajenos a unas prácticas
empresariales que conducen a la desvalorización de las mujeres
en el mundo laboral, como se ha podido constatar en la investigación
anteriormente mencionada.
Dichas prácticas
pueden resumirse en:
a) La implantación
de unas relaciones laborales que conducen al desarrollo de un proceso
de minorización de las mujeres, al margen de su categoría
profesional, como por ejemplo el trato de “niña ”
cuando se refieren a alguna mujer joven.
b) Unos mecanismos de
acceso y de promoción poco transparentes que no permiten
visualizar la valía profesional de las mujeres, de manera
que el puesto conseguido parece más el resultado de unas
relaciones personales que debido a los méritos profesionales.
c) La minusvaloración
del trabajo de las mujeres en comparación con los hombres.
Actualmente las mujeres perciben el 75% de los salarios masculinos.
d) La tendencia
a valorar las capacidades profesionales de las mujeres como cualidades
femeninas mientras que a los hombres se les reconocen a nivel laboral.
e) Una mayor
dificultad para las mujeres en el acceso a los puestos de responsabilidad
y de poder, lo que se plasma en dar prioridad a los hombres para
ocupar dichos puestos de trabajo.
Así
mientras dichas prácticas empresariales sean de actualidad,
es difícil que las mujeres sean consideradas desde su valía
profesional y no como objetos de deseo, al servicio de sus superiores
y compañeros de trabajo. Por ello, la vía para solucionar
las agresiones contra las mujeres en el lugar de trabajo, dificilmente
puede ser la denuncia, aún cuando hay que visibilizar la
existencia de los comportamientos de acoso sexual, cuya responsabilidad
corresponde a los sindicatos más que a las víctimas,
sino que la prevención y contención es responsabilidad
de las empresas, ya que a ellas corresponde velar por el desarrollo
de un ambiente de trabajo que favorezca el respeto y la dignidad
de las personas. Sólo en la medida en que se traslade la
responsabilidad a la empresa, del mismo modo que es responsable
de los accidentes laborales, se podrá poner coto a este tipo
de conductas.
1. Consideramos
acoso sexual “cualquier conducta de naturaleza sexual, ya
sea física, verbal o no verbal, que sea propuesta o impuesta
a cualquier persona en contra suya y que agrede su dignidad personal.
La mayoría de este tipo de comportamientos son dirigidos
contra las mujeres y constituyen una expresión del poder
de los hombres contra las mujeres ”.
2. Carmen
Alemany, Véronique Luc y Carmen Mozo “El acoso sexual
en los lugares de trabajo ”. Publicado por el Instituto de
la Mujer, serie Estudios n º 70. Madrid 2001.
Carme
Alemany
Socióloga
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