Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
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Comer compulsivo: el hambre detrás del hambre
Corina Hourcade, Psicoterapeuta

El alimento constituye el primer acto de amor, de contacto y por supuesto de manutención fisiológica de la vida.
Sin embargo, para muchas mujeres la comida constituye un drama, una obsesión, al menos, en algún momento de sus vidas.

¿Qué ocurre realmente con los alimentos que pasan a constituir una amenaza tan grande para la gran mayoría de las mujeres?

Dice Geneen Roth (terapeuta especialista en desórdenes de la alimentación) que la mayor parte del tiempo comemos según nuestra mente, que alimentamos nuestro cuerpo sin consultarlo y que el momento en que comemos tiene poco que ver con para qué comemos: nutrición física, satisfacción, un cuerpo sano. El comer compulsivo corresponde a un porcentaje altísimo de las consultas que llegan por desórdenes de la alimentación.

¿Por qué son mayoritariamente mujeres, las que comen compulsivamente?

Una consultante dijo: "Para mí un atracón es como entrar en trance".
Podemos asociar el comer compulsivo a una adicción. Me gustaría aclarar que el concepto de adicción en este modelo de intervención está en absoluta oposición al convencional, asociado a enfermedad irreversible y donde el único tratamiento posible es evitar el objeto de la adicción. La atención no está centrada en la sustancia, sino en el vínculo que se establece con ella, por lo tanto prefiero hablar de comportamientos adictivos con respecto a la comida.
Entonces, como dijimos, existe una adicción. La única diferencia es que la comida es la única droga legal de la cual no podemos prescindir para vivir. El exceso de comida ha sido reducido a un "defecto del carácter" o "falta de voluntad", en lugar de considerarlo, como una expresión de experiencias dolorosas y conflictivas.
Como en otras adicciones, la mujer que come compulsivamente lo vive con mucho sufrimiento, en aislamiento, y la comida lejos de resolver sus problemas, agrega sentimientos de culpa, fracaso, ineficacia, descontrol, considerarse como alguien poco confiable, y todo esto sumado la aboca a un nuevo ataque. Estas mujeres no solo sufren de daños orgánicos diversos sino que se afecta profundamente su autoestima, su autoconfianza, la relación consigo misma y con el mundo.

El comer compulsivo nada tiene que ver con la falta de voluntad, creencia muy arraigada en la mayoría de la gente. Las mujeres que la sufren, si bien reconocen que su comportamiento es muy destructivo, no pueden parar. Este tipo de respuesta automática está aprendida en la infancia y en la gran mayoría hay historia familiar de abuso de alguna sustancia y obviamente de la comida.
El comer compulsivo está directamente relacionado con las consecuencias que tienen las pautas de socialización femenina en relación al cuerpo y en relación a la comida. Las mujeres quedan atrapadas en un estereotipo femenino - "ser para otros" - que produce cierta sintomatología característica en la que se incluye la adicción a la comida.

El rol doméstico, tanto en lo que se refiere a las acciones concretas como a la responsabilidad sobre ellas, está caracterizado por su invisibilidad y su falta de valoración. Si se le agrega el trabajo fuera de casa, estrés, dificultad de acceso a puestos de toma de decisiones, desigualdad salarial, y a su vez, ser la proveedora y sostén emocional de la familia... Todo contribuye a que la comida para muchas mujeres se convierta en la anestesia del dolor, de la insatisfacción, y a la vez, en la única forma de gratificación conocida.

¿Qué camino les queda a las mujeres cuando viven en un contexto que les dice: "Sé buena, tolerante, aguantadora, desinteresada, altruista, humilde, pasa desapercibida. Pero, por otro lado, ella percibe que lo que se valora socialmente es la capacidad de ser independiente, de ganar dinero, de opinar por sí mismo, de ser activo, competitivo, hábil y seguro de sí mismo?

¿Cómo sentirse valiosa si dedica su vida a cosas que son vistas como "naturales", que no tienen reconocimiento ni económico ni de ningún tipo? Y ¿cómo, además, hacer todo alegremente, equilibradamente y sintiéndose satisfecha?

¿Cómo hacer para aprender a vivir de otra manera que no sea en el autosacrificio, la vivencia de culpa, la inflexibilidad, la dependencia a la comida y a otras sustancias, la búsqueda de un cuerpo ideal y las declaraciones de felicidad falsa?

A través de la comida las mujeres demostramos a los seres queridos cariño, cuidado, bienestar; y para nosotras mismas se convierte en una amenaza, en aquello que nos engorda, nos hace daño y nos aleja del ideal de belleza que impera actualmente en nuestra sociedad.

Una consultante decía : ..."la comida es como la energía que necesito para seguir dando(me) al mundo"...
El primer paso para liberarse de la compulsión por comer es comer cuando se tiene hambre. En el comer compulsivo no se come por hambre. Existen muchas razones para comer: cuando se está alterada, cansada, triste y necesitada de consuelo, o cuando se está aburrida. Para muchas mujeres es, además, la única forma de gratificación que conocen.

Para comer cuando se tiene hambre se comienza por atreverse a sentir hambre. Si se utiliza el alimento para llenar vacíos, anestesiar emociones o hacer frente a situaciones difíciles, la idea de no hacer dieta y animarse a comer a requerimiento, puede dar miedo.
Uno de los principales objetivos terapéuticos a lograr en un tratamiento de desorden alimentario tiene que ver con el concepto de AUTORREGULACIÓN: comer a requerimiento y poder diferenciar hambre física del hambre emocional.

Hay una creencia muy arraigada en todas nosotras que es "si como cuando tenga hambre, no voy a poder parar". Esta creencia tiene que ver con los años de infinidad de dietas que se comienzan y se dejan, con los años de percibir a nuestro cuerpo como traicionero y poco confiable. Está comprobado que las restricciones y privaciones impuestas por dietas hipocalóricas provocan ataques de comer compulsivo y subsiguientes subidas de peso. Este fenómeno se lo conoce como efecto yo-yo.
Las mujeres están acostumbradas a funcionar con controles externos: dietas, balanzas, médicos, que definen cuando debo sentir el hambre, cuanto debo pesar, que debo comer...

"Nadie tiene porque decirte cuando debes comer: tu cuerpo te lo dice. Si lo escuchas cuando dice qué comer, también puedes oírlo cuando te dice: basta" (Geneen Roth). Cada persona lo siente de manera diferente y lo importante es tomar conciencia; no tenemos el mismo hambre todos los días ni siempre a la misma hora.

Cuando se va internalizando la creencia de que la mujer tiene derecho a comer lo que quiere y cuando quiere, los atracones se van espaciando.
El deseo de comer cuando no se tiene hambre es un buen indicador de que se desea algo menos tangible que la comida pero que no se sabe que es o se tiene la sensación de no ser capaz de conseguirlo. Lo más difícil para las mujeres en general, es descubrir qué quieren, qué necesitan.
El hambre física es del cuerpo y se satisface con alimento. El hambre emocional es de los afectos y los vínculos y no se satisface con comida.

Las mujeres comienzan poco a poco a lo largo del proceso terapéutico a poder elegir. Con las dietas no se puede elegir: ellas restringen nuestras opciones y excluyen las necesidades emocionales y psicológicas. El comer de forma compulsiva es un indicador de que no se está recibiendo algo que se desea o necesita. Un atracón es como zambullirse en el olvido, se anestesia aquella emoción o sufrimiento que lo gatilló.

No quiero olvidarme de retomar otra creencia muy internalizada en nuestra sociedad que es: MUJER DELGADA = MUJER ÉXITO. En la fantasía colectiva, estar delgada cambia toda la vida de una mujer; se consiguen: belleza, amor, sexo, éxito profesional y social, etc.
Las mujeres persiguen ese ideal de belleza, sin importar el costo físico y emocional que tenga. Las mujeres odiamos nuestros cuerpos, como si con la intensidad de nuestro odio pudiéramos obligarlos a cambiar.

Recientemente, se publicó en un periódico, que según un sondeo de Ipsos, en España un 3% de la población se ha sometido a alguna intervención de cirugía estética pero lo más alarmante de estos datos es que el 7% plantea hacerlo en un futuro.
Entonces, pareciera que el cuerpo se ha convertido en un campo de batalla donde vivimos nuestros conflictos de identidad, emocionales o vinculares. Existe una creencia mágica, muy fuertemente instalada en nuestra sociedad, que un conflicto interno de ese tipo se resuelve solucionando un problema externo.

Antes de terminar, me gustaría abordar un concepto que está asociado a una palabra que las mujeres que sufren el comer compulsivamente, escuchan con mucha frecuencia: CONTROL.
Desde muy temprano aprenden que el hambre es algo incontrolable. Viven inmersas en el terror a la comida, al chocolate; convencidas que si pudieran llegar a controlar esa parte de ellas, todo lo demás armonizaría y sus vidas serían tan "plenas".
Esta creencia no es más que un gran autoengaño que no deja ver el problema central: todo aquello que no pueden controlar en sus vidas tiene que ver con amar y ser amadas, respetarse, valorarse, poder elegir, ser autónomas y un largo etcétera
Según Geneen Roth: " Una compulsión es una valiosa mensajera, cuenta una historia, hace una afirmación o una pregunta..."
El desafío consiste en animarse a entender cuál es el mensaje para cada una.

DERECHOS INALIENABLES DE LAS MUJERES POR UN COMER PLACENTERO Y SIN CULPA

1.- NO a las dietas restrictivas porque aumentan tus ataques compulsivos.
2.- NO al recuento de calorías porque te obsesionan.
3.- NO al consumo de alimentos como anestesia emocional.
4.- NO a la talla única.
5.- NO al modelo de mujer/mamá de anuncio publicitario.
6.- NO a la obligación de complacer a todos.
7.- SI al placer por la comida.
8.- SI a tu gran belleza interna y externa.
9.- SI a elegir alimentos sanos como muestra de cariño hacia ti.
10.- SI al derecho a decir "no" sin culpas.
11.- SI al derecho a expresar tus rabias.
12.- SI a ser distinta porque eres única.

 

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