Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
 
INICIO > Sumario MyS 19 > Reflexiones

Bajar el artículo
en pdf
Veinteañeras: la promiscuidad obligatoria
Mª José Naranjo, Psicóloga

Ponencia II Congreso Fundación Isonomía. 2005 “Mujeres Jóvenes: ¿los nuevos feminismos”
La autora pertenece al Espacio de salud “Entre Nosotras”.

Lo que sigue a continuación son las reflexiones personales y profesionales de una de psicóloga feminista de 27 años.

Este texto no pretende ser el resultado de una investigación científica ni la compilación de todo lo publicado sobre la sexualidad de las mujeres jóvenas, sino la descripción de un fenómeno concreto que he vivido, observado y debatido entre amigas, militantes feministas y usuarias del Espacio de Salud «Entre Nosotras». También se incluye algunas de las teorías explicativas que podrían darse al respecto.

El objetivo de mi exposición es que se produzca un debate entre las mujeres para poder poner a prueba todas estas reflexiones: ¿Has tenido la sensación de que eso de la sexualidad no era tan impresionante como se suponía que tenía que ser?

Trabajando con mujeres y hablando con amigas, he constatado que se dan varios fenómenos en el terreno de la sexualidad que afectan a nuestra salud integral. Algunos de ellos son: la presión social hacia la heterosexualidad, la monogamia sucesiva y, a partir de las mujeres de mi generación (las nacidas a finales de los setenta o ya en los ochenta), la promiscuidad obligatoria hasta que encuentres al hombre con el que formar una familia.

En esta ocasión me voy a centrar en el de la promiscuidad obligatoria.

Para poder entender este concepto es necesario que recordemos cómo se construye la identidad de las mujeres. Desde que nacemos aprendemos cómo funciona el mundo a través de los mensajes que nos llegan, y de las consecuencias que obtenemos de nuestras experiencias (refuerzos o castigos) vamos construyendo la imagen de nosotras mismas.

Estos mensajes permiten que sepamos qué hacer ante determinadas situaciones, cómo pensar y actuar (qué está bien y qué está mal). Lo que facilita la convivencia dentro de un contexto. Pero, cuando estos mensajes, además de darnos unas pautas morales de conducta, no nos dejan elegir cómo ser o actuar en general, se convierten en mandatos.

Algunos de los mandatos que afectan a las mujeres son (Bepko, Annkrestan, 1990):

1. Sé atractiva: la valía de una mujer se mide por su apariencia.
2. Sé una dama: una buena mujer mantiene el control.
3. No seas egoísta y ten una actitud de servicio: vive para dar.
4. Haz que las relaciones funcionen: ama por encima de todo.
5. Sé competente y no te quejes: hazlo todo y no parezcas sobrecargada.

Estos mandatos, además de no dejarnos la posibilidad de decidir cómo queremos ser, son imposibles de alcanzar, porque son contradictorios entre sí: no se puede estar joven, atractiva, con hijos, un trabajo competente, llevar la casa, cuidar de tu familia y la de tu compañero, ser una amante ardiente y parecer encantada y sonriente haciendo todo ello a la vez cada día.

En el caso de las mujeres jóvenas nos vemos sometidas a los mandatos tradicionales de mujer sumisa y a los modernos de mujer liberada para algunos espacios, y dependiente y complaciente para otros. Esta mezcla es lo que Marcela Lagarde llama sincretismo de género.

Y para que las mujeres seamos consideradas valiosas por las personas que nos rodean y por nosotras mismas, necesitamos estar acorde con estos valores. Pero como esto es imposible, porque son contradictorios, vamos alternando síntomas de ansiedad y de depresión con una autocrítica constante.

Pero, ¿cómo sabemos si estamos acordes con estos valores?, ¿cómo guiamos nuestra conducta?

El lograr que un hombre muestre un interés sentimental por ti es la meta y el signo de reconocimiento inequívoco de que eres valiosa. Y más valiosa eres a cuantos más hombres seas capaz de seducir. Al menos hasta que encuentres al hombre que te complete, el definitivo con el que formar una familia tradicionalmente patriarcal. Entonces ya habrás conseguido lo que se espera de ti, y tu vida sexual irá de la mano de tu vida con este hombre.

Esta presión social hacia la promiscuidad, en mi opinión, se sustenta sobre dos grandes ideas:

• La adquisición de roles típicamente masculinos por muchas mujeres para poder tener modelos de conducta, y así poder acceder a esferas de poder que históricamente nos han sido negadas.
• Y por otro lado y sobre todo, sobre la idea de que las mujeres disfrutan sexualmente en las relaciones esporádicas.

Lo que justifica y obliga a un uso constante de esa posibilidad. Así cumples con otro de los mandatos que es el de ser liberal, de lo contrario es como si perdieras una parte imprescindible en tu desarrollo evolutivo: el de transgredir los valores tradicionales; pero eso sí, sin pasarnos pues seremos etiquetadas de putas y condenadas al ostracismo.

De nuevo hay una línea muy difusa entre la que enmarcar nuestro comportamiento, pues si no mantienes relaciones (o al menos lo intentas centrando tus energías en ello) eres etiquetada de mojigata o reprimida y si lo haces en «exceso» eres una guarra.

Esto unido a que a las mujeres no sólo no nos educan para que nos parezca importante conocer nuestro cuerpo y nuestros gustos, sino que lo hacen para que sea algo negativo, malo o, a lo sumo, algo que atender para que sirva de reclamo para atraer hombres o como herramienta de trabajo.

Y si no, ¿habéis pensado de qué hablan dos amigas que hace mucho tiempo que no se ven? Se pondrán al día sobre si están bien, sobre su trabajo, y enseguida aparecerá el tema amoríos, si tienen confianza hablarán de detalles sexuales, pero ¿alguna vez os han preguntado, o habéis preguntado, cómo os masturbáis últimamente?

En todas las áreas de nuestra vida estamos centradas en obtener la aprobación de las otras personas, por lo que no sabemos identificar nuestras propias necesidades y mucho menos expresarlas.

Los mensajes que nos llegan sobre cómo mantener una buena sexualidad están directamente relacionados con el coito, la penetración y el orgasmo, sobre todo en los encuentros esporádicos. Cuando lo cierto es que la mayoría de las mujeres disfrutamos sexualmente con caricias por todo el cuerpo y principalmente con la estimulación del clítoris. Por lo que, si no conocemos nuestro cuerpo ni nuestros gustos, no somos asertivas, y nuestra sexualidad, en la práctica, no está centrada en lo que a nosotras nos hace disfrutar, es imposible que la motivación que nos lleva a ser promiscuas sea el goce sexual. Y además, aunque pudiéramos pensar que el copiar modelos de conducta históricamente masculinos nos da acceso a determinadas esferas de poder, en mi opinión tampoco es cierto, pues es muy alto el riesgo de ser etiquetada como fácil o guarra al no cumplir con el resto de los mandatos esperados.

Entonces, ¿por qué las mujeres jóvenas sin pareja estable quieren ser promiscuas? Creo que lo que realmente nos ocurre a todas las mujeres, aunque especialmente a las jóvenas, es que la sexualidad no es una fuente de autoconocimiento o de búsqueda de placer, sino un instrumento para conseguir otros fines, algunos de ellos son:

1. Reconocimiento social, al quedar de manifiesto que si somos capaces de hacer que los hombres muestren interés por nosotras es sinónimo de que somos «mujeres de verdad».Y si no pensad qué ocurre si no lo hacéis, ¿cómo reaccionan las personas de vuestro entorno cuando estáis una larga temporada sin pareja?, y lo más importante, ¿cómo os sentís vosotras?. ¿Habéis probado a ir a una boda sin acompañante?

2. Tener valía personal. Nuestra autoestima es muy dependiente de los refuerzos externos.
Necesitamos que un hombre nos haga sentir las mujeres más maravillosas del mundo. Pero en realidad esta es una falsa autoestima, pues no nos valoramos a nosotras mismas por lo que somos sino por lo que conseguimos. Además de que le damos a las otras personas el poder de condicionar nuestra estabilidad emocional.

3. Aumentar las posibilidades de encontrar una pareja que nos complete, no se espera que pensemos en primera persona, por lo que se nos presiona para que lo hagamos de nuevo en plural.

Cuando somos promiscuas aumentamos las probabilidades de conocer a este hombre, y además vamos adquiriendo la experiencia necesaria que nos permita complacerle.

Un ejemplo actual que podría resumir todo lo dicho en este texto sería un capítulo cualquiera de la serie televisiva Sexo en Nueva York. Donde las mujeres con éxito profesional quedan para hablar de ropa, maquillaje, clubes de moda y sobre todo de hombres. Comparten intimidades sexuales con todo lujo de detalles y hablan de cómo conseguir placer en ello, pero lo viven como un vehículo, una herramienta que a la vez les sirve de entretenimiento y experiencia que les garantice otra posibilidad de encontrar una pareja estable, el amor. Se muestran incompletas, enfadadas y amargadas con cada experiencia fallida. Y jamás hablan de ocio, política, economía o cómo ser feliz conociéndote a ti misma sin la necesidad de descubrirlo gracias a un hombre. Se supone que son mujeres modernas y liberarles porque practican y hablan de sexo, pero en el fondo no se conocen a sí mismas, no se valoran y esperan conseguir eso con la aprobación y conquista de una pareja. Y serán promiscuas hasta que lo consigan.

Lo que propongo es que nos paremos a conocer nuestro cuerpo, que nos demos permiso para experimentar, estar sin pareja(s) un tiempo y ser promiscuas otro. Pero que reflexionemos sobre las verdaderas razones que nos llevan a querer compartir nuestro cuerpo y nuestros momentos de intimidad. Que pidamos, que digamos que no y sobre todo que disfrutemos, que retomemos esa fuente de placer tanto en solitario como en compañía(s).

Y que cuestionemos esos mandatos que nos llegan, en definitiva que nos demos permiso para ser nosotras mismas.

BIBLIOGRAFÍA

BEPKO, C. y ANNKRESTAN, J. (1990): ¿Por qué las mujeres no saben decir no?, Buenos Aires, Vergara.
COWAN, C. y ZINDER, M. (1985): Bellas, inteligentes y solas, Buenos Aires, Vergara.
HITE, S. y COLLERAN, K. (1989): Buenos, malos y otros amantes, Barcelona, P. y J. editores.
LAGARDE Y DE LOSRÍOS, M. (2000): Claves feministas para la autoestima de las mujeres, Madrid, Horas y horas.
MIGALLÓN, P. y GÁLVEZ, B. (2002): Los grupos de mujeres: metodología y contenido para el trabajo grupal de la autoestima, Madrid, Instituto de la Mujer.
POAL, G. (1993): Entrar, quedarse, avanzar: aspectos psico... mujer-mundo laboral, Madrid, Siglo XXI.

 

Volver al Sumario nº 19