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La sexualidad y la vida:
una reflexión desde el análisis bioenergético

Claudia Silva, Analista Bioenergética

Sentada en una terraza de un pequeño pueblo de la Costa, con una tónica con hielo y limón, empiezo mis reflexiones sobre el tema de este artículo. Libros, tesis, teorías me vienen a la memoria y me inquieto...¿Que puedo yo aportar a todo lo dicho ya sobre la sexualidad?

Vuelvo a mirar lo que tengo delante, incluso miro el cielo que está muy azul. Huele a sal, hay luz, mar, rocas, brisa, bañistas y...bañadores, muchos bañadores. Bañadores que tapan partes del cuerpo y me hacen percibir en el mío la dificultad de esas mismas partes para respirar bien, la sensación de estar ahogadas sin regalarse el contacto directo del agua, su verdadera temperatura, del sol, la brisa. Partes del cuerpo que están disminuidas en sus capacidades de recibir y gozar.

El pensamiento se va hacia atrás, hasta dar con el mito judeo-cristiano de Adán y Eva, los primeros en avergonzarse de su desnudez. Allí, justo allí debe haber empezado lo que hoy percibo aquí en esta terraza con mi tónica que se acaba.

El mandato de la iglesia fue y es: Si olvidamos el cuerpo, si no utilizamos nuestros sentidos ya desarrollados y por desarrollar, si reprimimos nuestras pulsiones libidinales y nuestro deseo de conocer, seremos buenos, felices y estaremos cerca de Dios, sin entenderlo, mucho menos conocerlo.

¿Como ser felices estando aprisionados, sufrientes y condenados a no conocer?

A lo largo del tiempo hasta llegar a nuestros días, este mandato ha ido transformando esta fuerza vital, vibrante y pulsátil en su originalidad, de dar y recibir amor, de conocer el placer del contacto corporal con el otro, de descubrir el cuerpo del ser amado y/o deseado, a la que llamamos sexualidad. Lo tenemos difícil hoy para sentir la vida en su forma de expresión del amor cuando esta energía sexual se ha convertido en “habilidades” para ganar dinero, ser admiradas, someter y tener poder sobre los demás.

Esta transformación también es energética, pero está canalizada en el sentido de no sentir la angustia generada por el acorazamiento de nuestra fuerza vital, de nuestra sexualidad.

Vivimos tiempos de mistificaciones, buscando ser “el espejo donde el OTRO se mira.” (MP)*

El propio mito de Narciso se esta transformando, ser modelos y cuerpos admirados en su forma superficial para que el OTRO busque y tenga la falsa ilusión que desde ahí, aplacará su angustia existencial, su necesidad de amor.

La vida sexual pulsional, está reprimida en lo mas hondo, en lo mas verdadero, lo mas visceral. ¿Os dais cuenta del gran derroche de energía y cuanta tensión hay que mantener flotante para mantenerla ahí?

Desde mi experiencia personal y de mi actividad profesional (imposible para mi, separarlas...) y muy atenta a las vivencias, necesidades y cambios logrados de las personas con las que trabajo, percibo que si el gran perjudicado es el cuerpo, las soluciones hay que buscarlas en él y no en la mente que, siendo una parte del cuerpo tiene su propia y determinada función, la de entender y representar verbalmente.

Debemos buscar el sentido en el cuerpo, no en los porqués, hay que trabajar liberar nuestra natural necesidad de expresión amorosa corporal – nuestra sexualidad.

¿Pero de qué cuerpo hablamos? ¿Del cuerpo biológico, del cuerpo cultural, del cuerpo genético, del cuerpo idealizado? ¿De que cuerpo hablamos?” (MZ)*

Aquí entra el concepto de cuerpo emocional: El cuerpo como continente de nuestras emociones secuestradas, prohibidas, enjuiciadas, condenadas al castigo y a la consecuente represión de su sexualidad.

El amor que procede de este núcleo corpóreo, una vez, que se ha transformado en algo rígido y de difícil acceso, a nivel mental, o expresión en lo corporal, constituye la esencia de las mistificaciones, antes nombradas, asesinas de nuestra esencia de seres vivos y vibrantes.

Son partes fundamentales de este contexto vital sexual, enriqueciendo la palabra sexualidad con todo el entorno que nos rodea, la capacidad de oler, tocar, probar, regalar la vista, oír, también pertenece al ámbito sexual, pertenece a la misma ola de energía afectándonos y acercándonos a nuestros deseos y apetencias sexuales. Van juntas, se retroalimentan, se cargan y descargan, se contraen y se expanden, interactúan a cada segundo, siempre.

Toda la pujanza de la naturaleza, nos afecta como criaturas pertenecientes a ella, en sintonía con toda la gama de vidas existentes. La sensualidad que una persona puede emanar y desprender en el ambiente viene de esta sexualidad conectada y permitida internamente, enriquecida por las sensaciones de la Vida exterior y que se transmite naturalmente a los demás.

La sensualidad que atrae, que transmite belleza, que se expresa, independiente de la edad y del aspecto puramente físico, está en la forma de caminar, en la voz desde el vientre, en los gestos libres, sueltos, en una gracia natural y única, sencillamente por la original razón de estar presentes y actuantes en la existencia.

“Amar es enraizarse en la existencia” (BR)*

Sexualidad como conexión a la Vida, con todo lo que existe, siendo una la expresión de la otra.
Vitalidad y Vibración presentes y unidas que nos agudiza los sentidos descubriendo y vivenciando su canal natural, el oler, el mirar, el tocar, deseando, aun sin percibirlo, ni proponérnoslo –el cuerpo vivo no es para entenderse, simplemente es y actúa – el ENCUENTRO (amo esta palabra...) Encuentro de dos personas que sienten, pulsan y vibran y por ello se afectan mutuamente y descubren el placer de existir en su esencia y en su entorno natural y afectivo, vibrar desde su realidad pulsátil de ser viviente y encontrarse con el otro para el disfrute y celebración de nuestra sexualidad, de nuestra derecho a la vida en toda su exuberancia y posibilidades.

Agradecimientos:

Martha Zanetti. Wilhelm Reich. Stanley Keleman. Mario Perinola. Bagwann Rashneesh

 

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