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En busca del orgasmo perdido
Dora Mirantes

Tenía ya 35 años, 2 hijos y contaba en mi historial con un número suficiente de hombres más o menos amantes como para no tener la excusa de ser novata. Y le dije a mi primera psicoanalista que yo quería conocer el orgasmo vaginal, ese que se suponía el normal, el que los hombres esperan siempre que tengas y que yo llevaba unos 20 años buscando. Y ella me contestó:

- ¡Ah! Entonces tú te quedas en los preliminares...

Tengo que decir que escapé con fortuna en poco tiempo de esta psicoanalista kleiniana, porque parecía tener la secreta intención de destruirme lo más metódicamente posible. Yo le contesté:

- ¡Ah! Tu opinas lo mismo que Freud, que todo lo que no es orgasmo vaginal son fruslerías infantiles, preliminares, inmadurez sexual que no ha conseguido hacer pasar el foco del placer sexual desde el clítoris, -manifestación de una sexualidad aún infantil y masculinizada-, a la vagina, ese lugar supuestamente destinado a la recepción del pene en equivalencia con “el hijo”, que la hace depositaria de la verdadera sexualidad femenina...

No recuerdo bien si atiné a decirle todo esto, pero si recuerdo el sentimiento de incapacidad que me cau-saba no alcanzar ese orgasmo que parecían alcanzar todas las demás, mientras ella despreciaba mis últi-mos veinte años de preliminares.

A los 18 años, una amiga mayor, también feminista, casada me dijo:

- ...no existe y te vas a destrozar buscándolo....

Teníamos apasionadas discusiones en el grupo feminista sobre la existencia de este orgasmo y sobre el casi recién descubierto clítoris, que era reivindicado como un medio para independizar un poco nuestro placer de la acción del hombre.

Nunca ninguna mujer a la que le he preguntado si tenía orgasmo vaginal en el coito, sin asistencia alguna del clítoris, me ha contestado que sí. Ninguna. Siempre me han dicho que no, o bien se han callado, muchas no contestan. Parece que muchas de nosotras seguimos considerando que deberíamos tenerlo y preferimos no revelar nuestra supuesta disminución.

Luego, pasé once años con otro psicoanalista, con el que sí descubrí la complejidad de mi inconsciente, al que también le hice al principio el mismo pedido pero, afortunadamente, él nunca prestó atención especial a este asunto.

Después de mis actuales treinta y cinco años de vida sexual, que me ha dado grandes placeres, momentos de unión y amor con el hombre con sensaciones de plenitud, aunque también he pasado por épocas de miseria sexual, de desencuentro, de forzamiento...de rupturas, tengo deseos de compartir con las demás que creo que hemos tenido tendida una trampa más, como tantas otras, con la sexualidad coital como único camino maduro de placer. Esta obedece a la modalidad masculina, pero aunque sea difícil de entender cómo los dos seres de la misma especie tienen una sexualidad que no parece encajar, las mujeres llegamos al orgasmo, -esa descarga palpitante homóloga al orgasmo masculino-, con la excitación clítoral, ya sea prestándole atención directa, o ya sea como quien no quiere la cosa con estímulo adicional mientras se hace alguna otra maniobra; y lo que ocurre con la vagina creo que se relaciona con otro significado, que tiene que ver con el imaginario femenino de vacío-lleno , imaginario inconsciente que toma su significado de la capacidad de vaciarse y llenarse de cuerpos vivos de otros -partes vivas de otros, u otros vivos recién creados, capacidad que permite alcanzar, a veces, la sensación emocional de plenitud, plenitud que procede, no de un roce más o menos excitante, sino de la experiencia de la ilusión de completarse con otro, ilusión siempre momentánea, pasajera, pero también repetible. Se podría describir, como lo ha hecho Shere Hite, la idea del orgasmo emocional que desencadena el contacto ultra-íntimo con el otro a través del coito.

Y creo que los hombres también pueden experimentarlo. Es un indicio cuando alguno dice:

- Es paradójico, pero aunque sea yo el que estoy dentro de ti, lo que siento es que estoy lleno de ti...

Sensación portadora de la misma carga emocional, signo del amor, “intensa emoción erótica psíquica” que, ahora sí, menciona también Freud.

Esto no tiene nada que ver con el orgasmo, se dan por separado y uno sin el otro o el otro sin el uno. Pasados los años, mi conclusión es que nuestra sexualidad es doble, la experiencia emocional de unión con el otro, encarnada a través de la vagina, más relacionada con el erotismo y el amor, que no es el orgasmo técnicamente entendido, y el orgasmo clitoral, relacionado con los vibradores, ya sea humanos o plásticos, tan práctico, tan mecánicamente previsible, probablemente tan homólogo al del hombre; y ambos cúlmenes me parecen tan maduros el uno como el otro.

Bibliografía

1. Freud, Sigmund. Tres Ensayos para una Teoría Sexual, 1905. Madrid: Biblioteca Nueva, Obras Completas 1971, Tomo IV pág 1232.
2. Lemoinne Luccione, Genie. La partición de las mujeres. Buenos Aires, Amorrortu, 1970.
3. Velasco, Sara. Naufragios. Mujeres y aborto. Madrid: Libertarias Produphi, 1995.
4. Bataille, George. El erotismo. Barcelona: Mateu, 1971.
5. Hitte, Shere. El orgasmo emocional. El País, 2005.
6. Freud, Sigmund. Tres Ensayos para una Teoría Sexual, 1905. Madrid: Biblioteca Nueva, Obras Completas 1971, Tomo IV pág 1232.

 

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