Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
 
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Oda a la ducha del teléfono
Cristina Cruz

El ritual es simple. Pongo el tapón , abro el grifo, bajo a buscar la radio y ropa interior. Cuando la bañera ha rebasado la mitad, suelo estar desnuda y con un pie en el agua. Luego me sumerjo y me sumerjo y dejo que cada músculo se abandone al calor y al desprejuicio y de verdad me desnudo en el vacío al que me arrojo y levito mientras escucho la radio y manipulo hábilmente el chorro de la ducha de teléfono bajo el agua, rodeando mi clítoris. Claro que mientras me baño no trabajo ni produzco...y gasto mogollón de agua, más la electricidad de la radio.

Pero para eso ha servido el progreso humano. Para que cualquier mindungui muerta de hambre como una –en occidente, claro, en occidente- pueda dedicarse media hora a morirse de gusto sin pensar en nada y otra media para ponerse crema en el cuerpo y elegir el vestuario.

Lo descubrí un día inolvidable, en alguna ciudad de Euskadi, juraría que fue Donosti -porque me pasaron cosas muy importantes en Donosti- un rato después de llegar y un rato antes de dar una conferencia. Euskadi fue mi universo durante bastante tiempo. Me enamoré del paisaje, me enamoré de miles de mujeres y en especial de una, y tuve una historia de amor con Imanol, ¿dónde estás Imanol?...

Pues era la casa de Amparo, una de las maravillosas amigas de entonces. Yo estaba a punto de tener la regla, me sentía fatal, me había levantado prontísimo para poder coger dos aviones y ella me ofreció una solución mágica: un baño con sales en un muy hermoso y limpio baño... y una ducha de esas con cable largo tipo teléfono.

Juro que fue casualidad. Movía distraídamente el artilugio bajo el agua cuando el chorro casualmente pegó en un sitio sensible y oye, fue una chorrera incontrolable.

Desde entonces, paso por épocas. Y aunque siempre pienso que no tengo la menor intención ni deseo alguno de relajarme de “esa” manera, a ratos sucumbo a la llamada (casi cada día), con lo que mi gasto de agua es un delito ecológico y una sangría económica.
A todo esto, fuera de la ducha no tengo el menor interés sexual. Es como si el sexo se fuera para adentro. No encoje. Ni se desvía. Va hacia la raíz, metafóricamente hablando.

La verdad, me temo que si no fuera por la ducha de teléfono mi vida sexual no hubiera ido hacia adentro ni hacia ninguna parte. Aunque nunca se sabe.

 

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